Bárbara Tárraga Diáz: Gumball o cómo tratar el feminismo en los dibujos animados

Cuando era niña solía ver dibujos animados en la televisión cada día. Bola de Dragón, Oliver y Benji, El autobús mágico, Las tres mellizas… eran series que solían enseñar valores relacionados con la amistad, la bondad o el trabajo en equipo. Llevo bastante tiempo sin visionar una serie de animación con un público objetivo menor de trece años. Conozco los nombres de algunas sagas, e incluso llegué a engancharme fuertemente a las primeras temporadas de Hora de Aventuras. Sin embargo, hay una serie en especial que me tiene bastante intrigada y me hace cuestionar las típicas afirmaciones de: “los dibujos animados hoy en día son estúpidos”, “eran mejor los dibujos animados de antes”, “ahora los dibujos no enseñan nada”. Esta serie se titula “El Increíble Mundo de Gumball”.

El tono de surrealismo que se puede apreciar visualmente en esta serie es una máscara, un disfraz que pretende conectar a los niños y niñas con asuntos tan “adultos” como los privilegios por pertenecer a determinada raza o sexo. Digo “adultos” en teoría, ya que no creo que haya que esperar a que un niño o una niña crezca para enseñarle valores relacionados con la igualdad entre razas o sexos. Precisamente ahí radica, en mi opinión, la grandeza de “Gumball”.

El vídeo que me motivó a escribir esta entrada es un extracto del episodio 33 de la quinta temporada, titulado en inglés “The worst”. En él Nicole, la madre de Gumball y Darwin, los personajes protagonistas, hace un acuerdo para intercambiar su género con el de ellos por un día. De esta forma, los niños podrán experimentar de primera mano lo difícil que es ser mujer, y la madre lo difícil que es ser hombre. Este intercambio de roles da lugar a situaciones motivadas por una sociedad machista. Los niños, por ejemplo, tendrán que sufrir en sus carnes el tener que depilarse, ser tratados como si no pudieran hacer tareas simples por sí mismos y el efecto del techo de cristal.

Todo esto se presenta envuelto en un halo de humor y sátira que los mayores entenderán al instante, pero no por eso chocará al público infantil. Al contrario, me parece una forma fantástica de introducir a los más pequeños y pequeñas a este tipo de temáticas. Al explicarlo de una manera visual y sin palabras demasiado técnicas o complejas, no se hace difícil de ver.

En definitiva, cada generación recuerda con cariño los dibujos de su infancia, pero esto no justifica el querer despreciar los actuales. Concuerdo en que se hacen series que no aportan mucho al despertar intelectual de la juventud, pero también es cierto que producciones como “El Increíble Mundo de Gumball”, “Hora de Aventuras” o “Steven Universe” son joyas de la cultura pop actual que introducen preguntas sobre la sociedad a una edad muy temprana.

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