Diego Blanes: Una tarta de pezones

Perspectiva de género con los medios audiovisuales

La tierna instantánea de un padre y su hijo enfermo en la ducha o la de una paciente recuperándose del cáncer mostrando su pecho para alertar de los síntomas de la enfermedad. Estas son algunas de las imágenes que han sufrido la censura de Instagram en los últimos tiempos. Aunque en ocasiones el puritanismo de las redes sociales acaba haciéndonos gracia, como la eliminación del retrato de la escultura danesa de La Sirenitao el bloqueo de una cuenta en Instagram por la foto de una tarta supuestamente poblada de pezones, lo cierto es que nunca está exento de polémica.

Esta es la introducción que hace Cristina Sánchez en un artículo publicado en 2016 en El Confidencial.

Pero no quiero hablar de la legitimidad de esta censura, quiero hablar de arte.

En la política de Instagram que tanta controversia causa, explica que una de las partes del cuerpo femenino que censura, los pezones, no será tratada de esta forma en el caso de obras de arte. Podemos ver dibujos, pinturas, collages, ilustraciones, murales…

En cambio en el momento en el que una fotografía contiene un desnudo, aunque sea parcial, es automáticamente censurada.

Es comprensible que lo que trata Instagram es de alejar la pornografía de su contenido, pero la forma en que ha decidido hacerlo, aleja la fotografía artística de uno de los portales fotográficos más utilizados en la actualidad, y lo que es aún más grave; despoja a la fotografía de su categoría artística. No reconoce el producto por el que fue creada como algo artístico.

Al parecer para Instagram un cuerpo desnudo femenino es siempre una tentación sexual. No me quiero meter en el debate de si la pornografía es o no es arte, lo que está claro es que el desnudo no siempre es pornografía.

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